lunes, 17 de diciembre de 2007

Sentir la música


¿Se puede "sentir" visualmente la música? The Music Animation Machine opina que sí, y probablemente tiene razón.

Vía La Maldición de Sísifo.

Trailer de Sweeney Todd


Delicia para los ojos, la última película de Tim Burton.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Regresamos a la vida



Por diversas vicisitudes de la vida, vuelvo a tener tiempo que dedicarle a este vuestro blog, y para volver a empezar, nada mejor que una columna audiovisual sobre la influencia de la economía en el arte contemporáneo.

El vídeo es el capítulo séptimo de la primera temporada de Reflexiones de Repronto, un programa con un formato tan peculiar como su contenido. Si os ha interesado el término "columna audiovisual", os recomiendo visualizar el resto de sus videos, donde reflexionan sobre temas tan peculiares como el papel de los enanos en el cine o el secreto tras el éxito de Amityville y responden a preguntas tales como si Pluto es un perro... ¿qué demonios es Goofy?.

jueves, 20 de septiembre de 2007

Calvin y Hobbes

Bufón


Un bufón tras la pérdida de la batalla de Smolensko, un óleo del mejor pintor polaco de todos los tiempos: Jan Matejko

lunes, 10 de septiembre de 2007

Le papillon


Preciosista corto francés de animación, ambientado (por lo que parece) en el japón del período Edo, con una estética inspirada por el arte japonés plasmado en el Ukiyo-e.

LSD





Los fotógrafos de LSD nos demuestran la perfección que se puede lograr con el retoque fotográfico y mucho, mucho talento.

viernes, 7 de septiembre de 2007

Siesta en el huerto.
Para mecer la hamaca
basta la brisa.



Luis Carril García

jueves, 6 de septiembre de 2007

Muñecos de nieve cruzando

Recortes de papel




Peter Callesen hace preciosas figuras recortando y doblando el papel. Los huecos y el papel recortado forman parte de la misma escultura.

La galería completa incluye vistas detalladas de cada una de las obras, y la podéis encontrar aquí

martes, 4 de septiembre de 2007

Vidas en burbujas




Historias de amor bucólicas y pastoriles, capturadas por Thomas Doyle en sus burbujas, pequeñas piezas de decoración detalladamente realizadas.

Dan May




Nuevamente un pintor surrealista vuelve a sorprender, esta vez con Dan May, que crea su propio estilo tomando como base el de Tim Burton. Como se puede ver en el primer cuadro, el pintor no oculta sus influencias y deleita la vista homenajeando al idolatrado maestro

sábado, 1 de septiembre de 2007

Relax de Sábado


Hoy es sábado, apartemos los problemas y el estrés, y dediquémonos 10 minutos a nosotros mismos, a limpiar y reforzar nuestra alma y nuestra voluntad de cara al nuevo "curso" que empieza.

viernes, 31 de agosto de 2007

Primera estrella.
No se sentirá sola
si espera un rato.


Félix Alcántara

jueves, 30 de agosto de 2007

Music Machine


Antiguo video este que ya aparecia de demostración en las tarjetas gráficas de NVidia cuando tener una tarjeta 3D hacía abrir la boca de admiración a tus amigotes, pero no por ello deja de perder su espectacularidad.

Fue el trabajo con el que se dio a conocer la compañía americana Animusic.

Calvin y Hobbes


Os recuerdo que podéis pinchar en las imágenes (en todas las publicadas en este blog) para verlas más grandes.

Feliz jueves.

miércoles, 29 de agosto de 2007

Pilobolus



Pilobolus, un grupo de danza que hacen preciosas figuras con el cuerpo, además de ser expertos en el teatro de sombras.

Las fotos se pueden encontrar a una altísima resolución aquí.

Rodney Smith




Excéntricas fotografías en blanco y negro imitando la estética de los años 20 e introduciendo elementos surrealistas.

La galería completa, aqui

martes, 28 de agosto de 2007

Ron Mueck




Disfrutad con las ¿enervantes? esculturas hiperrealistas del australiano Ron Mueck . Merece la pena.

Más esculturas aquí.

Más allá de la luz




Fotografías de elementos naturales pasados por rayos x. Con talento, cualquier tecnología puede ser usada para crear belleza.

La galeria completa, aqui.

lunes, 27 de agosto de 2007

Arte subacuático




Relajantes las fotografías subacuáticas de Zena Holloway. Buena manera de empezar la semana.

viernes, 24 de agosto de 2007

Se oyen gemidos,
en el barrio del placer
llora un enano


Este haiku es mío.

Phobia


Vertiginoso el corto con el que el director zaragozano Ciro Altabás debutó en el mundo del cine. Aunque el director es español, su corto está rodado en su escuela de cine de Londres, en inglés, pero subtitulado en castellano.

jueves, 23 de agosto de 2007

Calvin y Hobbes


martes, 21 de agosto de 2007

Balthus




Temática más que incorrecta es la elegida por el controvertido y misterioso pintor polaco/francés.

Me ha parecido soberbio, me declaro fans absoluto de este hombre.

Alas de Barro, de Alfredo de Hoces

Imperdonable error el que todavía no hubiera aparecido en este espacio alguno de los relatos de Alfredo de Hoces (Fuckowski). Tiene otros mucho más críticos y divertidos, pero éste es sin duda el más bonito de todos.

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I.

Las seis de la mañana. Al hijoputa que inventó el despertador deberían torturarlo hasta morir. Al cabrón de su primo, el que inventó la resaca, también. Y al subnormal que se fue ayer a un bar irlandés y se calzó siete pintas teniendo hoy una presentación… a ése… bueno, a ése le iba a tener que perdonar.

Me dediqué a maldecir el mundo al pie de mi cama diez minutos más y luego me di una ducha, me vestí apresuradamente, y salí a la calle. No había tenido tiempo ni de mirar por la ventana. Llovía a mares. Pero no volví a por el paraguas. La lluvia me gustaba, me recordaba algo.

Creo que era el olor a tierra mojada. Era el olor de la esperanza. Me hacía sentir que el mundo alguna vez podría empezar de nuevo, y esta vez salir bien. Todavía había algo, algo latiendo, dormido, bajo el barro y el cemento.

Así que iba sin paraguas, mojándome la cabeza, respirando profundamente, intentando que ese algo me llegara dentro.

Mi tren estaba a punto de salir. Entré en el último segundo, y el olor de la esperanza fue sustituido por una mezcla de aromas: sobacos, papel mojado, y perfume barato de putón verbenero. El que más me jodía era el de papel mojado, por el doble sentido.

A ver si los chinos sacaban ya un reproductor de mp3 con olores. O mejor no. Que seguro que empezarían a circular correos electrónicos con olores adjuntos, titulados “FW: rosas silvestres del Tibet”, y que después de diez segundos de embriagadoras fragancias y música chill te sorprenderían con un repentino pestazo a mierda de burro y al final una voz diría “Jajaja, manda esto a seiscientas personas o tendrás una semana de mierda”.

El tren llegó a su destino. Ya no llovía.

La presentación era a las nueve. Aún tenía que retocar la demo y el power point, pero la resaca me estaba matando. Necesitaba echarme algo al estómago. Bajé a la cantina.

Allí estaba Lourdes, la recepcionista. Nos saludamos y puse a preparar un café. No estaba en condiciones de entablar conversación. Saqué de la máquina un sándwich de jamón, y entonces Lourdes rompió el hielo:

-Veo que sigues comiendo cadáveres para sobrevivir.

Se me había olvidado que ella era una de esas vegetarianas coñazo.

-Sí, ya ves.

-¿No te remuerde la conciencia?

-Pues… lo justo. Supongo que lo mismo que a una araña o un gato.

-Ay, yo no podría…

-Bueno. Cada uno es cada uno.

No quería empezar a hablar de carnívoros y herbívoros, fumadores y no fumadores, dios y el diablo. Me fui de allí con mi sándwich de cadáver y mi café. Decidí salir al parque a despejarme un poco.

Paseando por entré los árboles que circundaban el edificio me pregunté por qué carajo se empeñaban en rodear las cárceles de bonitos espacios. Era publicidad engañosa; te daban el espacio y te quitaban el tiempo. Ellos salían ganando.

Un leve movimiento al pie de un árbol me sacó de mis reflexiones.

Era un pájaro negro. Un pichón. Estaba muy quieto, me miraba con cautela. Yo también me paré, y me quedé mirándolo. Era bonito.

Empecé a aproximarme al él muy lentamente, haciendo el menor ruido posible. Quería comprobar cuánto me dejaría acercarme sin huir volando. Quizás se diese cuenta de que yo no pensaba hacerle daño. Quizás, si me dejaba rozarlo, significaría que conmigo había hecho una excepción, que a mí me había considerado distinto. Que parte de ese algo de la lluvia sí que se me había quedado dentro, haciéndome mejor.

Me acerque más y más. El pájaro no se movía. Al final lo tuve entre mis pies. Pero lo que vi me descorazonó. Aquel pájaro no podía volar; se había caído del nido. Tenía sangre en las alas. A todos los efectos, ya estaba muerto.

No sabía que hacer. Me sentía miserable. Para mí no podía haber peor visión que aquella. Tenía que hacer algo, no podía abandonarlo allí.

Intenté cogerlo, pero dio unos pasos y se volvió a parar. Me miró de nuevo, y esta vez me pareció que estaba asustado y a la vez necesitado. Pero ¿qué cojones podía hacer yo? Tenía delante el símbolo de mi propia tragedia y no se me ocurría ninguna solución. Realmente era horrible la sensación de impotencia. Ahora entendía que la gente llegase a suicidarse. Era como si la sangre se te convirtiese en veneno, sentías que todo era una mierda y que la culpa era tuya. Que en realidad todo estaba ya perdido. La única opción era abandonar. Nihilismo, suicidio, consultoría de forlayos.

Lo intenté de nuevo y el pichón volvió a huir. Rodeó el árbol y se ocultó de mi vista. Pensé que si lo cogía le haría más daño. Mi presentación iba a empezar en breve. Me bloqueé y empecé a sudar tinta.

Concluí que no podía hacer nada. Cosas así pasaban a cada minuto, era ley de vida. No era culpa mía. Además como llegase tarde a la presentación se iba a montar una buena.

Dejé atrás el parque y entré al edificio. Lourdes estaba en su mesa, mirando su pantalla, con esos auriculares con micrófono incorporado. Pura realidad virtual. En ese momento no me hubiese importado ponerme un casco de VR yo también. Enchufarme a alguna realidad alternativa que me hiciese olvidar lo asquerosamente rata que me sentía.

Entré al ascensor. De hecho, me parecía que había otra realidad de la que me estaba desenchufando para siempre. La del bosque y la lluvia. Aún me unía a ella una especie de débil cordón que las puertas del ascensor iban a cortar en dos segundos, dejándome solo en la realidad del cemento y el cristal, donde ya nada olía a esperanza.

II.

Le podían dar por culo al cemento. Puse el pie entre las dos puertas y volvieron a abrirse. Dejé mi café y mi necro-sándwich en la mesa de Lourdes. Salí del edificio y volví al parque. El pichón aún estaba detrás del árbol, inmóvil. Yo seguía sin saber qué hacer, pero al menos haría algo, que era mejor que nada.

Me costó seis intentos y dos vueltas al árbol agarrar al pajarito. Me lo acerqué para verle las heridas y se me cagó en la corbata. Bien. Me dejaría la mierda ahí siempre. Hacía juego con mi empleo.

Sentía una extraña mezcla de miedo y valor. Aquello estaba bien. El pichón se quedó quieto entre mis manos. Las manchas en las alas bien podían no ser sangre. Tenía que intentar limpiarlo.

Con el reverso de la corbata froté aquello todo lo delicadamente que pude. El pájaro no se quejó; al parecer sólo era barro. Debía haberse manchado al caer.

Pero no volaba. Ni siquiera intentaba mover las alas. ¿Tendría algo roto? Si no me lo llevaba de ahí, estaba condenado. No tenía otra opción: el pichón se venía a mi casa. Después ya veríamos.

Necesitaba una caja. Lourdes me ayudaría. Entré a recepción, y la vegetariana coñazo se me quedó mirando con cara de espanto y me soltó:

-Ni se te ocurra acercarme ese bicho asqueroso, seguro que tiene mil enfermedades.

De puta madre. O sea, que no era una ecologista vegetariana. Era una gilipollas haciendo una dieta.

-Lourdes, voy a llevármelo a casa. ¿Puedes darme una caja grande?

A regañadientes sacó una caja vacía del armario de artículos de oficina y la puso en su mostrador. Cuando me acerqué con el pájaro, ella se apartó.

Metí ahí a la pobre criatura, y le hice unos agujeros con un bolígrafo a la tapa. Cerré la caja.

-Gracias. Por favor, llama a Paul y dile que no voy a poder estar en la presentación.

Ella me miró asombrada. Salí de allí. En el mundo del cristal y el cemento se quedó una gilipollas a dieta de ensalada limpia-conciencias mientras yo atravesaba el parque con la corbata llena de mierda.

Me puse la caja bajo el brazo izquierdo y con la otra mano saqué el móvil y llamé a mi amigo Rafa, que era de campo, a ver si tenía idea de lo que hacer.

Le expliqué la situación, le describí al pájaro con la mayor precisión que pude.

-Pues, por lo que dices, parece que simplemente es aún joven. Le calculo un mes, así que en dos o tres semanas, si no se muere de sed o de frío, podrá volar -dijo.

Me tranquilizó. Era cuestión de que el pichón aguantara. Si se me moría en casa iba a ser un drama, pero al menos podría decirme a mi mismo que había hecho lo posible.

Rafa había tenido docenas de pichones. Se morían con facilidad, me dijo. Me explicó cómo darle los cuidados básicos. Si Lourdes hubiera oído aquello, le hubiera dado un telele.

-Te agradezco los consejos. Me has quitado un peso de encima. Mañana me voy a ganar una buena bronca, ahora tendría que estar en una presentación… ya me puedo imaginar al Monchito recochineándose…

-Nada -respondió Rafa-, te llevas al pichón y que le saque los ojos al Monchito. Por cierto, que le podías llamar Rockefeller, no sé si me explico…

-Jajaja, sí, lo acabas de bautizar. Bueno, te dejo, que estoy llegando al tren. Gracias otra vez.

-De nada, hasta luego chaval.

Colgué, y me reí un buen rato. Me sentía bien, me sentía parte de algo grande. Debía ser la tierra mojada.

Una vez en casa me puse manos a la obra. Saqué a Rockefeller de la caja y lo dejé encima de mi mesa. Seguía inmóvil. Llené la caja con calcetines viejos, metí al pájaro de nuevo dentro, y éste se acomodó. Me miraba fijamente, pestañeaba con cara de interrogante.

Salí a la calle y compré trigo. A la vuelta, Rockefeller estaba durmiendo. En mi móvil había cuatro llamadas perdidas. Lo apagué, me tumbé en la cama, puse Las cuatro estaciones y me dejé llevar.

III.

Desperté a media tarde y ya no tenía resaca. Era de puta madre poder dormir lo suficiente.

El pájaro se había cagado repetidas veces en el improvisado nido. Ahí estaba, metido en su caja, asustado, hambriento, y lo único que tenía era su propia mierda. El perfecto desarrollador de software.

Rockefeller tenía que alimentarse. Puse trigo mezclado con pan y agua en una taza, y se lo acerqué. Ni puto caso. Luego le acerqué un vaso de agua, y tampoco. Pues sí que estamos bien. ¿Y ahora qué?

Recordaba como mi madre había sacado a Satán adelante. Lo habíamos encontrado en un desagüe, moribundo. Sus cinco hermanos de camada ya se habían ahogado. Aún tenía el cordón umbilical colgando. Mi madre siempre sabía lo que hacer, cómo y cuándo darle de comer; se lo pegaba al pecho para que se durmiese oyendo los latidos de su corazón…

Lo sacó de la muerte y ahora pesaba cuarenta kilos y era una de esas pocas cosas que de verdad daban sentido a mi vida. ¿Cómo hacían las mujeres esas cosas? ¿Tenían una especie de voz interior que les decía qué hacer, o qué? Ellas tenían conexión directa con algún plano que yo desconocía.

Rockefeller no tenía tecla de “HELP” por ninguna parte. Tampoco venía con un README ni con un HOWTO. Estábamos jodidos. El sudor frío me volvió a pegar la camisa al cuerpo.

Tenía que beber, y según Rafa, si no sabía beber solo tendría que hacerle el boca a boca. En fin, en peores plazas habíamos toreado. Vamos allá. Me llené la boca de agua, cogí al pichón con una mano, y con la otra le agarré la cabeza y le metí el pico entre mis labios. Suavemente le insuflé agua dentro. Noté una pequeña lenguecita succionando.

Repetí la operación tres veces más, luego escupí, me limpié la boca lo mejor que pude, y lo intenté con la comida. Cuidadosamente le agarraba la cabeza por detrás y con dos dedos le abría el pico. Con la otra mano le metía pedacitos de comida dentro. El pájaro se sacudía. A veces la comida se le salía y otras veces se la tragaba. Al principio temía romperle la cabeza, pero poco a poco perdí el miedo y me fue resultando mas fácil.

Bebió y comió bastante. Pensé que acababa de hacer algo así como insuflar vida. Era una sensación milagrosa.

IV.

Al día siguiente, a las 8:05 Paul me llamó a su despacho. Me dolía haberle fallado. Era de los pocos jefes competentes de toda la empresa, si no el único. Sabía lo que hacía, sus estimaciones estaban basadas en su experiencia y no en una hoja de cálculo. De vez en cuando te encontrabas que había estado trasteando el código fuente y que había mejorado los objetos, llegaba el primero a la empresa y se iba el último, y cuando viajaba aprovechaba los vuelos para adelantar trabajo con el portátil. También sufría la conjura de los necios.

Entré allí con la cabeza gacha. Su cara era un poema. La mía, supongo que también.

-¿Qué te pasó ayer, Fuckowski?

-Una emergencia. Siento haberte dejado todo el trabajo. Pero tenía que hacerlo.

-¿Emergencia? No es eso lo que he oído.

Vaya, la que no comía carne sabía sacar hígados.

-Paul, asumo la responsabilidad. Si me vais a despedir o a expedientar, lo comprenderé.

-Nada de eso. Ya sabes que valoro tu trabajo, y que por desgracia no puedo tenerte en todos los proyectos conmigo, como me gustaría. Pero ayer me sentí decepcionado. Quiero entender como fuiste capaz de abandonar tus obligaciones por un simple pajarito.

-Precisamente, lo que hice ayer fue, creo, cumplir con mis obligaciones. Si no lo hubiese hecho, hoy me sentiría como el culo.

-Tus verdaderas obligaciones son esas que están descritas claramente en tu contrato.

-Paul, yo paso la mayor parte del tiempo aquí metido, y es fácil acostumbrarse a esa rutina. Pero a veces siento cosas…

-¿Cómo que “cosas”?

-Mira, en mis últimas vacaciones pasé dos semanas en Suiza y dejé a mi perro en casa de mis padres. Nunca había estado tanto tiempo sin verme, y a la vuelta, cuando fui a por él, yo me esperaba su típica fiesta de bienvenida. ¿Y sabes qué hizo?

-No.

-Nada. No hizo nada. Vino hacia mí lentamente, se sentó a mis pies, y se me quedó mirando fijamente con una expresión de asombro tal, que el cabrón me arrancó las lágrimas. Su mirada casi quería decir ¿pero de verdad eres tú?. Luego ladró una vez, porque yo me había quedado paralizado, y cuando reaccioné y me agaché para acariciarle la cabeza, se pasó lamiéndome diez minutos. Me hizo sentir tan vivo, que pensé que la mayor parte del tiempo no soy más que un gilipollas congelado.

-Ah, ya veo. Mira, todas esas cosas están muy bien, pero no sé qué tienen que ver con tu falta de ayer.

-Tú bien sabes que no le tengo miedo al trabajo. Sudo mi miserable salario, curro entre cuarenta y sesenta horas, siempre ando metido en lo mío y apagándoles los fuegos a los demás. Pero todo esto lo hago por poder llenarme la nevera y pagar el alquiler, y así seguir disfrutando de una vida a la que sólo esas cosas dan algún sentido. Ayer salvé una vida. Eso da sentido a la mía. Si no lo hubiera hecho, estar hoy aquí sería simple y llana esclavitud.

-Fuckowski, ¿no eres ya muy mayor para andarte preocupando por perritos, pajaritos, y todas esas mariconadas?

-Pues mira, si el precio a pagar por ahorrarme estas preocupaciones es que mi Satán pase a ser simplemente “un perrito”, no me compensa.

-Joder. Eres un idealista. Muy bonito, pero eso no funciona en el mundo real.

Mierda. ¿Cuántas veces había oído ya eso? ¿En qué momento exacto de la historia el término idealista había pasado a considerarse despectivo?

-Bueno, aquella señora negra que un día decidió sentarse en el autobús en los asientos para blancos, no pensó que el mundo real fuese algo inmutable. Comenzó la liberación de toda su raza.

Aún quedaban muchos negros olvidados en alguna iglesia podrida del Harlem cantando desgarradas versiones Gospel del I still haven´t found what I´m looking for. Pero habíamos mejorado bastante.

Paul me miraba como si yo hubiese perdido por completo la razón. Yo no lo entendía.

-Fuckowski, te has equivocado de planeta.

Por un instante pensé en bosques, en lluvia, en el mar rompiendo al pie de un acantilado, la fría arena de la playa en una noche de verano.

-No puedo imaginarme un planeta mejor. Es sólo que está siendo invadido.

-¿¡Invadido!? -ahí era cuando Paul ya constataba del todo que yo era un paranoico- ¿¡Invadido por quién!?

-Por hombres pequeños y ciegos, con maletines y trajes, que siempre andan diciéndote cómo funciona el mundo real. Los peores tienen bigote.

-Está bien, está bien. Creo que podemos dejarlo aquí. Por favor, que no se repita lo de ayer. Supongo que con el tiempo acabarás madurando.

-Gracias, Paul. Intentaré que no se repita.

Madurar. Frutas maduras. Frutas que se caen del árbol y se pudren en el suelo. Pocos días antes había ido a un concierto. Whitesnake, en una sala bastante pequeña. Tenía a David Coverdale a diez metros. Cincuenta y siete años tenía ya el hombre, y allí estaba plantado, con su inmensa sonrisa, cantándonos el Here I go Again, llenándonos de toda la energía que le sobraba. A su edad no parecía andarse pudriendo en el suelo. Yo de viejo quería estar así de joven.

Toda mi vida había sido igual. Me desgañitaba exponiendo mis argumentos, mis ideas, mis sentimientos, y siempre se los cepillaban con una sola palabra. Idealista, inmaduro, mariconadas, romántico, loco. Parecía fácil menospreciar lo que nunca se había sentido.

A veces hasta me hacían dudar. O yo de verdad estaba loco, o loco era simplemente el término a aplicar al que no vivía en una determinada realidad, definida por vete a saber quien. Los de los maletines.

En ambos casos me importaba tres cojones.

V.

Rockefeller se hacía mas fuerte cada día que pasaba. Y con él, mis convicciones. El día de la presentación había hecho lo correcto. Seguía teniendo que darle de comer directamente en el pico, pero ya me iba costando menos. Se esforzaba, algo en su interior iba despertando. Quería vivir.

Le tenía que limpiar la mierda del nido cada noche, para que no durmiera encima de ella. Hasta que un día, espontáneamente, aprendió a sacar el culo del nido y a echar su mierda fuera, en mi alfombra. Rockefeller ya era consultor.

Cada vez era más fácil. Cuando tenía hambre o sed, me piaba. Casi parecía que se enfadaba. Estaba claro que para todo bicho viviente la comunicación era una necesidad vital.

Una mañana, me despertó un batir de alas. El pájaro había volado hasta la otra punta de la mesa, se había posado en el filo de la taza del trigo, y estaba devorando los granos con avidez. Y al minuto, como el que no quiere la cosa, dio unos pasos hasta el vaso con agua, metió la cabeza dentro y empezó a beber.

Fue sublime comprobar que los que los seres vivos llevamos cosas aprendidas dentro, cosas que no hace falta que salgan por la tele, ni que nos las escriban en contratos. Sólo hay que esperar a que afloren, y luego aguantar el chaparrón del menosprecio social y tirar para adelante.

Y una tarde, al volver del trabajo, me encontré un extraño cuadro en mi habitación: Rockefeller se había cagado en el nido, en la taza y en el vaso, había volado hasta la ventana y estaba picoteando el cristal.

Me recordó a mí mismo. Estaba listo para largarse.

El sábado por la mañana, cerré la caja con Rockefeller dentro y me fui al parque central. Un silencio tan triste se apoderó de todo, que lo tuve que llenar con un LP de Vicente Amigo.

Camino del parque iba aterrorizado. ¿Sabría arreglárselas sólo? Parecía fuerte. ¿Y si se moría de frío? ¿Y si me lo quedaba en casa para siempre?

No. Aseguraría su supervivencia pero le robaría su verdadera vida. Un delito.

Estaba claro lo que tenía que hacer. Recorrí el parque buscando algún sitio apropiado, donde pudiese refugiarse del frío, y donde hubiese palomas cerca para que se uniese al grupo.

Encontré el lugar idóneo entre unos arbustos, frente a un banco. Saqué a Rockefeller de la caja y me lo puse en el hombro. Anduve hasta una papelera, y tiré la caja. Rockefeller me picó una oreja.

Paseé por allí largo rato. Finalmente, el pájaro saltó. Dio un vuelo corto y aterrizó entre los arbustos. Me senté en el banco a esperar. Pero no se movía. No hacía nada. Tenía ante sí un mundo sin ventanas y no hacía nada.

Rockefeller parecía estar muy asustado. Llamé a Rafa de nuevo y le expliqué lo que pasaba. Su consejo fue muy clarificador:

-No te preocupes, pasa como con las personas. Ahora no hace nada, pero cuando empiece a pasarlas putas ya espabilará…

Gran sabiduría la suya. Pues nada, a esperar. Yo miraba a Rockefeller, él me miraba a mí, y Vicente Amigo lloraba dulces escalas menores en un trémolo.

Por un momento cerré los ojos y no hubo más que una escala menor que lo bañaba todo de melancolía. Luego un Fa grave en suspenso y finalmente, para mi sorpresa, un fuerte golpe a un Mi mayor que cambió el sentido a toda la escala. Se hizo el silencio, abrí los ojos, y Rockefeller ya no estaba.

Me fui de allí con la sensación de que había pasado algo que no alcanzaba a comprender.

Y volví a ser un gilipollas congelado algunas semanas más. Luego a Paul le dio un infarto.

VI.

Aquella habitación de hospital olía a muerte y a desesperanza. Paul estaba tumbado en la cama. Era una mañana nublada y gris. Llovía barro y polvo.

-Me recuperaré, no ha sido demasiado grave. Sólo un susto -me dijo.

-Sí, susto el que nos has dado a todos, tío. Pero vamos, ¡bicho malo nunca muere! -yo no sabía muy bien qué decir en estas situaciones, así que me decantaba por trivialidades.

La mujer de Paul había ido a comer. Estábamos solos. La vida podía ser una gran putada.

-¿Vas a volver? -pregunté.

-Claro. ¿Qué otra cosa puedo hacer?

Yo no lo sabía. Pero estaba seguro de que no quería sufrir un infarto a los cuarenta.

Entonces sucedió. Una paloma se posó en la cornisa exterior de la ventana. Estaba sucia de polvo y barro. Seguro que no era Rockefeller, pero el hecho de que perfectamente podría haberlo sido me llenó el alma.

Estaba quieta. Miraba al cielo. De pronto, por un claro entre las nubes se coló el sol. Por un instante todo se iluminó en un húmedo dorado.

La paloma se sacudió la mierda de un golpe, y echó a volar.

Mientras la veía perderse en el infinito lo entendí. Un golpe. Bastaba un solo golpe para quitarse la mierda de encima. De un golpe una escala menor se convertía en mayor, desaparecía la melancolía y todo se iluminaba.

El golpe era esa última palabra. La voluntad. Todo podía cambiar.

Miré a Paul, pero parecía habérselo perdido. Pensé en explicárselo, pero ya sabía lo que me iba a contestar: mariconadas.

Joder. Yo lo entendía y Paul no. ¿Y si me había vuelto gay?

Tenía que comprobarlo.

-Ahora vengo -dije.

Salí de la habitación y me puse a deambular por los pasillos sin saber muy bien lo que andaba buscando. ¿Cómo verifica uno su tendencia sexual?

Doblé una esquina y paré en seco. Una enfermera imponente con un culo que parecía estar hecho de pura roca se aproximaba a un mostrador de información. Me escondí detrás de la esquina y me quedé mirando de reojo.

La mujer se puso a hablar con un celador sin ser consciente de que el culo podía reventar su blanca minifalda en cualquier momento. Se agachó a firmar unos papeles y yo no pude remediar echarme la mano al paquete. La costurilla de la falda se le abría. Yo me frotaba la bragueta. La cosa se me puso bastante dura.

-Es usted un enfermo -me dijo una señora gorda que salía del ascensor.

-Señora, esto es un hospital, ¿qué esperaba?

Me largué de allí erecto y ruborizado. La vida era bella.

Volví a la habitación, me despedí de Paul, y salí del hospital. Paseé despacio. Respiraba profundamente. En la rama de un árbol vi pájaros posados. Eran David Coverdale, Vicente Amigo, Charles Bukowski. Y todos eran Rockefeller.

Había gente que escribía, cantaba, tocaba flamenco, pintaba cuadros. El motivo era muy simple: la vida estaba llena de cosas que valían la pena. Siempre nos lo andábamos recordando unos a otros, pero había que saber escuchar.

Yo no iba a tener un infarto a los cuarenta. De hecho, iba a tener un orgasmo a los veinticinco. ¿Cómo? Pues no lo sabía muy bien. Pero al menos iba a hacer algo, que era mejor que no hacer nada.

Quizá escritor, quizá músico, quizá actor porno. Puede que incluso informático, pero de los de verdad. O a lo mejor todo a la vez. Para empezar volvería a la facultad a terminar la carrera. Me quedaba poco pero nunca había tenido tiempo. Luego ya veríamos.

VII.

Volví al trabajo y escribí mi primer relato corto. Empezaba así:

Estimado señor,

por la presente comunico mi renuncia al puesto de “Desarrollador Senior” que en la actualidad desempeño, haciéndose ésta efectiva en el plazo de cuatro semanas…


El resto era un poco ciencia ficción, pero tengo que reconocer que me quedó de puta madre.

Lo envié a RRHH. La noticia se corrió como la pólvora. A la hora del almuerzo muchos se acercaron a preguntar.

-¿Es verdad eso? ¿A dónde vas?

-Pues no lo sé. Simplemente me voy. Quiero hacer otras cosas. Viajar. Ver mundo.

-¿Y a estas alturas lo vas a dejar todo?

¿Todo? ¿Y qué era todo? ¿Un nido lleno de mierda y un vaso con agua? Pero no lo entendían. A la mayoría aún le daban de comer directamente en el pico.

-Pues sí. Voy a acabar la carrera, y en unos meses me largaré al extranjero.

-¿Y si no encuentras trabajo?

-Seguro que lo encontraré.

-¿Seguro? Tú no puedes estar seguro.

-Joder que no. Solo hay que mantenerse firme y dar el golpe en el momento adecuado.

-Se te ha terminado de ir la pelota, macho…

Podía ser. Pero la cosa es que en mi puta vida me había sentido mejor. Notaba como algo en mi interior crecía, se desplegaba, desde muy dentro, y poco a poco se iba extendiendo hasta mis brazos y mis piernas. Era mi verdadero yo, que volvía. Había sido enterrado, a empujones: la vida no es así, idealismo, tú no puedes, tú no puedes, tú no puedes…

Pues mira tú por dónde, yo sí puedo. Cojones, ¡cómo me había echado de menos a mí mismo!. Me sentía como justo después de afeitarme, ducharme, comer bien, tomar unas cervezas y echar un polvo.

No, más bien era como si en ese mismo instante estuviera echando un polvo. ¿Sería eso estar vivo?

La última hora de trabajo la dediqué a escribir la historia de Rockefeller. La imprimí y la releí. Necesitaba retoques, pero al menos no era papel mojado. Un poquito de belleza había quedado allí capturada.

Doblé las hojas, me las metí en el bolsillo de atrás del pantalón y me encaminé a la salida.

Andaba deprisa. No me había dado cuenta de que estaba sonriendo. Bajé en el ascensor. Se abrieron las puertas. Con la mano le dije adiós a Lourdes, que estaba inmersa en su realidad virtual.

Aquel cordón que una vez había estado a punto de romperse, tiraba de mí con fuerza.

Salí a la calle. Brillaba el sol. Me sentía ligero, muy ligero. Me había quitado toda la mierda de encima. Eché una última mirada al cristal y el cemento.

Y luego, amigos, eché a volar.

Flavio Albino




Perturbadoras imágenes de peculiar estética que mama de la serie B y el gore. Ahora que el cine cutre parece que se ha puesto un poco de moda gracias a la última payasada de Robert Rodríguez y Quentin Tarantino -dos películas que se emitieron en sesión doble en EEUU en algo llamado Grindhouse-, esta estética resulta de lo más actual.

Las fotos son de Flavio Albino, artista gráfico del estudio de publicidad Platinum, donde podéis encontrar toda su galería (toda la página es flash, así que no puedo poner link directo).

viernes, 17 de agosto de 2007

Pachelbel Rant



¿Os gustó el Canon en D de Pachelbel?

Pues este tipo le tiene un odio neurótico. Divertidísimo monólogo sobre el famoso Canon. Tiene subtítulos en castellano, hasta pone el nombre de las canciones que va tocando, para que luego digáis que no os cuido.

Sólo dos plumas
pegadas al asfalto
aún aletean


jueves, 16 de agosto de 2007

Canon en D de Pachelbel



Extraodinaria interpretación a la guitarra eléctrica de esta pieza compuesta por el organista y compositor barroco Johann Pachelbel versionada a rock y tocada por Jerry Chang (no puedo escribir su nombre chino).

Silbato

viernes, 10 de agosto de 2007

Aquel Ritmillo


El primer corto del director Javier Fesser, con el que ganó un Goya en el año 1994. Protagonizado por Luis Cuenca, combina el encanto surrealista que fue perfeccionado en su corto siguiente, El Secdleto de la Tdlompeta con una factura técnica impecable y un actor que parece nacido para interpretar este papel.

No se pierdan la canción de "la monja" que sale por la tele. Impagable.

Haiku de los Viernes

Lluvia de Otoño
Debajo del alero,
una paloma.

Félix Alcántara

Con este haiku, inauguramos nueva sección: los haikus de los viernes, un breve momento para abrir nuestras mentes a la naturaleza de cara al fin de semana.

Félix, el autor del haiku de esta semana, es un joven poeta zaragozano, gran amigo mio y que ha publicado en numerosas antologías ganando algún premio literario. Pondría un link a su página del Rincón del Haiku, pero mucho me temo que el horrible diseño con marcos impide poner un link directo. Si queréis ir a la sección de autores a buscarlo vosotros mismos, está aquí

jueves, 9 de agosto de 2007

Genios


La tira de Calvin y Hobbes se ha convertido en una sección semanal, en principio, aparecerán tiras los Jueves.

Disfrutadlas.

Ah



Bellísimo corto de animación este trabajo de fin de curso de tres estudiantes de la escuela de animación francesa Supinfocom: Batien Dubois, Joris Bacquet y Simon Moreau.

Via Llámame Lola.

Andreas Scholl



Andreas Scholl, según algunos el mejor contratenor del mundo (ya saben nuestros seguidores que en este blog idolatramos a los contratenores, aunque yo sigo prefiriendo a David Daniels) dando la mejor actuación que le he escuchado jamás. Canta Down by the Salley Gardens y Purcell.

El sábado 18 de Agosto canta en Santander. Yo voy a ir, si alguien más se anima (os aseguro que es una oportunidad única: tiene la agenda completa hasta 2009... y no vuelve a España), podéis sacar las entradas aquí.

Mil gracias a Curioso pero con Arte, nunca podré pagarles el que me hayan avisado de esto.

miércoles, 8 de agosto de 2007

The Wind



Tierno y emocionante este magnífico spot galardonado con el León de Oro de Cannes.

Via Pixel y Dixel.

martes, 7 de agosto de 2007

Luis Royo




El arte del dibujante zaragozano de renombre internacional Luis Royo. Sus portadas para revistas, cómics o discos fueron omnipresentes durante los años 80. Actualmente se dedica más a la creación libre para editar sus propios libros.

Más imágenes aquí y aquí.

lunes, 6 de agosto de 2007

Lifted


Lifted, el corto de Pixar que acompaña a la muy recomendable película Ratatouille, de reciente estreno en nuestro país, en aquéllas salas que tienen la responsabilidad suficiente para ofrecer al público lo que el creador quería darles por el dinero de su entrada. Estas salas no existen en Zaragoza, así que los espectadores nos quedamos sin poder disfrutarlo en pantalla grande.

Luego se quejarán de que Internet les quita ingresos... ¡pero si queremos verlo pagando y no nos lo ponen! En fin, disfrutadlo.

Trayectos



Cosas como ésta llenan Zaragoza durante la celebración del festival Trayectos, que intenta acercar la danza a los espacios urbanos.

Visto en el blog de la gran Vanlat.

jueves, 2 de agosto de 2007

Calvin y Hobbes



No puedo menos que recomendar mi tira cómica favorita, Calvin y Hobbes, dibujada por Bill Watterson entre entre 1985 y 1996. El genial humor y la excelente capacidad de expresión gráfica de Watterson (algo bastante poco común en el mundo de las tiras gráficas) las elevan muy por encima de cualquier otra.

Atención especial a las de muñecos de nieve.

El mundo bajo la Antártida





Belleza natural captada por los objetivos del experto fotógrafo Norbert Wu para Time. Se permite especular cuánto pueden costar las cámaras utilizadas.

La galería completa, aquí

miércoles, 1 de agosto de 2007

Clavado en un Bar



Magnífica canción de los mexicanos Maná, que no llegan a ser santo de mi devoción salvo por esta canción, que me parece la mejor de la historia.

Disfrutadla.

Gangsta's Paradise



Uno de los raps más famosos de la historia, una magnífica canción que pertenece a la banda sonora de la película Mentes Peligrosas, versionada por Coolio de una canción original de Stevie Wonder: Pastime Paradise

martes, 31 de julio de 2007

Haiku de la Rana

Un viejo estanque:
salta una rana ¡zas!
chapaleteo.


El haiku más famoso jamás escrito, por Matsuo Basho, el que se considera el inventor de esta peculiar forma de escritura que consiste en reflejar el estado de la naturaleza vista a través del zen en poemitas cortos de tres versos, sin rima y con métrica 5-7-5 (este caso es una traducción del japonés, así que no cumple la métrica).

La característica más peculiar del haiku es que jamás habla de sentimientos y casi nunca de personas. Hablar del propio autor o volcar sus experiencias en él está radicalmente prohibido. La comparación más adecuada para el haiku es una fotografía. Un haiku es una fotografía de un momento, el reflejo de un instante que nace de manera casi automática en la mente del poeta mientras contempla la naturaleza en un estado zen cuasimeditativo (contemplando sin preguntarse cosas, sin ánimo de comprender hechos aislados, intentando abarcar el todo, ser uno con la naturaleza).

lunes, 30 de julio de 2007

Surrealismo fantástico: Jacek Jerka





El arte extraño y surrealista del pintor polaco Jacek Jerka. La técnica no es demasiado buena, pero la temática es interesante y la composición con miles de detalles puede hacerte perder un buen rato mirando cada cuadro.

La galería completa aquí.